El signo del caos
O signo do caos conforma, junto a Tudo é Brasil, un extraño díptico de devoción y repulsión hacia el país. Mientras que la primera era un canto de asimilación y encantamiento tomado desde el punto de vista de un cineasta extranjero, la segunda es un llanto de disgusto melancólico, rabioso y desencantado; un testamento –en primera persona, se podría decir– del estancamiento del mecanismo cultural brasileño y todos los involucrados en él. La furia del ojo del huracán: todo es arrojado con fuerza centrípeta hacia un agujero negro sin sentido. Tanto la rigidez sistemática de la “comedia” beckettiana, donde la historia devora su propia cola y lentamente se vuelve cacofonía y redundancia, como la sensación pirandelliana de la falta de dirección de los personajes. Un subtítulo posible para O signo do caos: “X personajes en busca de una ficción, o alejados de ella, puesto que ya hemos sido privados de ella”.