Decreto Filgueira
Durante los años 70, cuando ya se adivinaban los perfiles de la Democracia, el más constante debate lingüístico gallego de todos los tiempos, el de la orientación ortográfica, reaparece con fuerza. Como alternativas al modelo de Galaxia, cuyos esfuerzos se centraban en mantener la llama de una cultura propia soportable para el Franquismo, se concretizan dos nuevas propuestas antagónicas: Por un lado, la que pretendía restaurar la afirmación lusista del galleguismos de preguerra, poco a poco aglutinada en torno a la figura de Carvalho Calero; por otro, la que defendía construir un gallego independiente del portugués, que tenía como guía el trabajo dialetológico del Instituto de la Lengua Gallega. Ambas contaron con defensores de gran altura intelectual. Por eso, llegados los años 80, una rápida secesión de acontecimientos políticos acabaría por hacer que una figura se volviese imprescindible para explicar el deshecho de un conflicto con epicentro en 1982. Filgueira Valverde, que representaba el modelo cultural que en torno al gallego se había generado durante los años de la Dictadura, dio nombre a un Decreto fundamental para comprender la orientación que siguió la lengua hasta la actualidad.