Rasoi
Fragmentos, monólogos y canciones se alternan y resuenan como voces libres, hablando directa y dolorosamente de Nápoles. La desnuda y esencial construcción cinematográfica deja mucho espacio a los actores, que se mueven en una atmósfera escenográfica inspirada en la escuela de pintura barroca napolitana. El espectáculo destila un amor visceral por la ciudad napolitana. La rabia resignada y la amarga repugnancia por la degradación actual se mezclan con el pesar nostálgico por un pasado noble, que se disuelve lentamente, corroído por el veneno inexorable del tiempo. Sirena y puta al mismo tiempo, Nápoles se nutre de una ambivalencia ambigua, creando fascinación y repulsión. En el caótico puerto de los sentidos animales, burdel de gritos desordenados de amor angustiado, se desarrolla el drama de una ciudad sin paz, irremediablemente envenenada por la vida y la muerte.