Las manos vacías
La historia podría contarse desde el punto de vista de Perroquet, un irritante pájaro doméstico que ha visto a su dueña, la vieja Mme. Catherine, palmarla por culpa de demasiados excesos. También podría contarse deteniéndonos en los trenes que cruzan este pequeño pueblecito no lejos de la frontera, lleno de vagones recorridos por revisores soñadores y perdidos como Sophie, que despachan a diario su lote de pasajeros, entre los cuales se encuentra el guapo de Gerard, que no hace más que pasar por los lugares como el viento que sopla aquí y allá, ¿a dónde irá Gerard?. Pero también podría seguirse a través de las botellas de vino que sirve Yann, el tabernero, y que comparte gustosamente con sus amigos Eric y Jean-Claude el gendarme. O podríamos escoger el trayecto sinuoso de una caja de galletas...