La mossa del pinguino
Bruno es un marido y padre afectivo pero en quien no se puede confiar. Utilizando las palabras de quien lo conocen bien, es "superficial, distraído, iluso y soñador", todas ellas palabras peligrosas en tiempos de crisis, en los que encontrar un trabajo estable para quien está "sin competencias" y con muchos pájaros en la cabeza se convierte en misión imposible. Así que Bruno pasa las noches limpiando en un museo romano, junto a su amigo de toda la vida Salvatore, que le "sigue el rollo" en todas sus ideas absurdas. Viendo curling por la televisión, a los dos se les enciende la bombilla, y deciden presentarse a las Olimpiadas. Para completar el equipo de cuatro, se unen el ex-vigilante Ottavio, muy bueno jugando a los bolos, y al mago del billar Neno. Es inútil decir que Eva, la mujer de Bruno, no está de acuerdo con esta gran idea, y que su hijo Yuri se ve obligado a comportarse de nuevo, más adulto que el padre.