Crioulo Doido

En 1970, Prates filmó en la ciudad histórica de Sabará su primer largometraje. Que lo protagonizara un actor negro –para nada habitual en el cine brasileño de la época– era la menor de las rarezas de Crioulo doido, expresión local que muy apropiadamente se emplea para describir el sinsentido, el delirio. Combinando, como explicó Prates, “racismo con ascenso social y citas a Ugetsu de Mizoguchi”, la película narra el proyecto racista de Estela y Amigo da Família para volver loco al exitoso sastre Felisberto y apoderarse de su dinero. Encuadres sencillos, fotografía en blanco y negro de alto contraste, intertítulos y otros préstamos del cine mudo, actuaciones caricaturescas entre la picardía y el sarcasmo: muchas de las constantes de la obra de Prates ya aparecen bien delineadas en esta fantasía desbordante de ideas que el director volvió a montar no hace mucho, quitándole 17 minutos pero nada de su fascinante ambigüedad. Ésa que llevó a un crítico a escribir que Crioulo doido bien podía ser “un drama de costumbres, una comedia sobre un pillo o una ficción científica del Tercer Mundo” (extraído de BAFICI.gov.ar)