Ocio
No abundan las palabras en la adaptación cinematográfica de la novela homónima de Fabián Casas. No es que se noten sus ausencias, algo que quizás sorprenda a quienes hayan leído la obra original, pero no a quienes se acerquen con ojos (y oídos) vírgenes a la película. Y es que el mejor ocio es una actividad solitaria. Tan solitaria como la vida que lleva Andrés, con una banda de sonido constante que intenta llenar el vacío de sus días y sus noches. Vive con su hermano y su padre, pero sólo el azar parece hacer que los tres coincidan en el comedor de la casa. Que Ocio tiene espíritu rockero, es evidente (los riffs de guitarra que conforman el leit motiv, los innumerables cameos de estrellas de rock vernáculas, lo confirman), pero también vive más allá de esas referencias. El cine argentino reciente nunca alcanzó a describir un espíritu barrial, o a hablar de la adolescencia y la soledad como lo hace esta ópera prima (sólo por parte de uno de sus dos directores). Y que se anima, con numerosos desafíos (adaptar un libro tan personal, reunir actores no profesionales junto a otros de trayectoria, filmar lugares reconocidos como si fuera la primera vez), a hacerlo todo de forma tan aplastante. (extraído de BAFICI.gov.ar)