El mar la mar
El sol golpea inmisericorde a todos aquellos que cruzan el desierto de Sonora entre México y los Estados Unidos. Aparte de las pocas personas que allí viven, son los más pobres de entre los inmigrantes indocumentados los que realizan el trayecto, quienes no tienen otra opción que tomar esta peligrosa ruta, seguidos de guardias de frontera tanto oficiales como autoproclamados. El horizonte parece interminablemente lejano y los peligros mortales acechan por doquier. Es mejor moverse bajo el manto de la oscuridad; durante el día, estar expuesto al calor y al sol es suficiente para hacer que los animales y humanos perezcan. Su rastro y sus restos se acumulan, se desvanecen, descomponen y se instalan en la topografía del paisaje, haciendo siempre presentes a los ausentes, como vida y muerte, belleza y terror, luz hostil y noches centelleantes de estrellas y promesas, todos existiendo unos junto a otros.